Breves
Por: JORGE EMILIO NEDICH
La quema de campamentos gitanos en el sur da Italia a manos de los ultraderechistas por un lado y de integrantes de la camorra por el otro, ambos con intereses económicos y políticos en toda Nápoles; no obedece a que estos nuevos falangistas, así llamados por Berlusconi, actuaron dejándose ganar por los reflejos. En todos los casos, los reflejos no responden a la reacción ciega de los músculos; es la respuesta violenta de una concepción, racista en este caso, que ha llevado muchos años de maceración y práctica repetidísima, en busca de una aplicación pretendidamente justiciera contra aquellos que por ser diferentes se los considera inaceptables.
Los modelos de racismo más eficaces que han soportado las llamadas minorías, son:
A) El racismo degenerativo que discrimina a las hombres a través de sus culturas, de sus costumbres, de sus símbolos y de sus creencias; que segrega al otro debido a sus ritos, a sus mitos, al color de su piel, al olor, y a la continuidad de todo lo que le resulta indecoroso e inmoral; da lugar al etnocentrismo que se siente con derecho a excluir del cuerpo social al otro, eliminando de ese modo el peligro que representa para la ciudadanía. La solución última ha sido siempre la salida higienista, que nos es otra que la eliminación, simbólica, psíquica y física del peligro contaminador. Este modo de racismo cree que las mal llamadas sociedades primitivas, originarias o minorías étnicas ponen en peligro el sistema político y social de una nación o bien el de toda la humanidad. El temor ha sido una de las causas que se escondía detrás del odio racial que llevó a Hitler a cometer el genocidio más brutal de toda la existencia del hombre.
B) El racismo evolucionista es el otro modelo que se extiende sobre el mundo; basado en la antropología del siglo XIX dictamina un mayor desarrollo en civilizaciones que ostentan un cuantioso poder simbólico y económico sobre las otras, consideradas primitivas, subdesarrolladas, inferiores, o atrasadas. Apoyándose en la genética, en el clima, en la actitud o en la historia; se justificaron los colonialismos y las expropiaciones a los pueblos originarios a manos del positivismo moderno de los imperios. En la Argentina siguiendo esa línea tuvo lugar la campaña del desierto, y a la posterior argumentación y redacción del artículo 25 de la Constitución Nacional que fomenta (sólo) la inmigración europea, específicamente la inglesa o bien como el que se ha llevado a cabo en la argentina bajo la proclama sarmientina de Civilización o Barbarie, que dio lugar a genocidios aberrantes,. El racismo esta basado en la creencia de que hay en el mundo muchas razas y que existe en ellas una visión caótica de la vida que debe ser eliminada por medio de una asimilación forzosa de las personas al sistema mayoritario o bien por medio de la aniquilación simbólica y física de las mismas.
Ambos modelos son violatorios de los derechos humanos.
Ambos modelos se aplican sistemáticamente en contra de los gitanos en toda Europa desde 1412, cuando llegaron los primeros grupos, debido a estas persecuciones y matanzas la etnia gira alrededor del mundo en una peregrinación interminable, sin que esta violencia preocupe, fuera del discurso, a los políticos de turno.
La piedra de toque para la reacción racista que ha surgido en la península, se debe a que una menor de nacionalidad rumana, perteneciente a la etnia gitana, el diez de mayo fue acusada de haber robado a una beba y llevarla a su campamento. Lejos de buscar la comprobación del delito y analizar las causas y circunstancias por las cuales la niña de dieciséis años se apropio de la beba y ajustarse a derecho, el gobierno de Berlosconi ha mostrado sus reflejos mediatizando su discurso en contra de los gitanos. Con la arenga lanzada en sus propias empresas, se aceitaron otros reflejos y hoy podemos ver por Internet decenas de videos que muestran los campamentos devastados por el fuego, el saqueo y el odio. El gobierno ha mostrado su ira desbocada y también el material con el cual esta hecha su cualidad humana; mientras tanto un gran sector de la sociedad italiana, contempla los hechos trasmitidos en vivo y en directo como si se tratase de una escaramuza entre niños, donde unos persiguen a otros alrededor de una fogata.
Los eurodiputados en cambio, criticaron duramente la xenofobia y le recordaron al gobierno que su deber es hacer respetar el Estado de derecho y las reglas europeas. El comisario europeo de Asuntos Sociales, Vladimir Spidla, condenó enérgicamente el incendio de campamentos de gitanos, de origen rumano en la periferia de Nápoles. Tras admitir que no se trataba de un caso aislado en Europa, Spidla rechazó de forma categórica cualquier asimilación de los gitanos con criminales.
Lo que se viene es muy preocupante, las últimas declaraciones de los nuevos gobernantes italianos presagian todo tipo de precariedades: El nuevo alcalde de Roma, Gianni Alemanno, anunció que su primera medida será derribar los campamentos gitanos. “Procederemos a desmantelar los campamentos que en Roma son veinticinco”. Pero los napolitanos de Ponticelli se han adelantado. Nada de desmantelar ¡Fuego purificador que es más rápido que montar cámaras de gas al estilo nazi! Humberto Bosi, el líder de la Liga Norte, dice: “Debemos cazar a los clandestinos”, léase gitanos, provocando a la derrotada izquierda italiana. Bosi, como cualquier muchacho de barrio ha lanzado su proclama de guerra. El reelegido Silvio Berlusconi, al ver a sus juventudes exultantes saludando al estilo fascista, ha confesado: “Al verlos, he pensado: la nueva falange romana somos nosotros”.
Los gitanos de todo el mundo vía Internet y a través de la Unión Romaní, entre otras asociaciones, están denunciando públicamente la gravedad de los atentados sufridos por sus pares europeos residentes en Italia y piden la solidaridad de los ciudadanos de cualquier país frente a la violencia ciega y asesina del racismo, alientan para que escriban cartas dirigidas al Presidente del Gobierno italiano, o bien para que sean enviadas directamente a su residencia en el Quirinal.
La discusión amenaza con convertirse en un gran problema para la buena convivencia de la Comunidad Económica Europea, compuesta de cuarenta y siete miembros, que acepta de buen grado el alto turismo, pero a la vez, otros miembros como en el caso de Italia, quieren poner fronteras para el europeo pobre que sale de su país, hambreado de futuro y justicia poética. Así comienza a agitarse la matizada pelea que ha comenzado dentro de las minorías, porque los italianos negros de padres o abuelos africanos, no son considerados italianos por un gran sector de la sociedad, lo mismo ocurre con los hijos de primera o segunda generación de latinos. La comunidad latina se ha despegado de los gitanos. Los ciudadanos rumanos, en su mayoría odian a los gitanos y se enojan cuando se les recuerda que tienen la misma nacionalidad, argumentan en su defensa que los gitanos jamás fueron rumanos, sólo gitanos indeseables. Los propios gitanos italianos se han distanciado de los gitanos de otras nacionalidades, y estos a su vez, se han distanciado de los llamados gitanos clandestinos que viven en campamentos muy pobres y totalmente marginados por el sistema.
Es imposible resolver el conflicto si no se entiende que el odio racial profundiza el círculo vicioso compuesto por la indigencia cultural de un grupo de diez millones de personas, de las cuales el setenta por ciento son analfabetas y no encuentran el camino para dejar su tradición ágrafa y pasar al alfabetismo, conservando algo de su razón de ser: sus raíces identitarias. La vieja mentira sobre el robo de niños ha servido una vez más, pero podemos preguntarnos: ¿Quines son las niñas? ¿Cuales son nombres o sus alias? ¿Dónde están las familias de ambas? ¿Por qué no las ha encontrado la prensa? ¿En que tribunal está la causa…?
La mentira racista, el mal trato y la exclusión social y política, hunde y condena aún más a los gitanos en su diáspora y esa diáspora nos lacera a todos sin excepción, porque es una descomposición del cuerpo social que necesita atención. Es hora de que los gobiernos reparen visibilicen el problema gitano como un problema real de toda la sociedad.
Es hora también de que las autoridades rumanas e italianas comiencen a desarmar esos reflejos y abandonen el largo y repetido mal trato hacia las minorías, que ha tenido su pico máximo durante la segunda guerra, y vean y asistan a sus ciudadanos sin acepciones. Dichas autoridades saben perfectamente que al desconocerlos como a sus nacionales, se les está negando la representatividad y todos sus derechos, entre ellos, el derecho a mejorar su situación social para evitar, entre otras cosas, que los napolitanos quemen la basura en señal de protesta y junto a la basura también quemen las motocasas de los gitanos, ambos, basura y personas, residuos de un sistema político enfermo que hace brillar su odio racial en la larga noche de los gitanos.
La quema de campamentos gitanos en el sur da Italia a manos de los ultraderechistas por un lado y de integrantes de la camorra por el otro, ambos con intereses económicos y políticos en toda Nápoles; no obedece a que estos nuevos falangistas, así llamados por Berlusconi, actuaron dejándose ganar por los reflejos. En todos los casos, los reflejos no responden a la reacción ciega de los músculos; es la respuesta violenta de una concepción, racista en este caso, que ha llevado muchos años de maceración y práctica repetidísima, en busca de una aplicación pretendidamente justiciera contra aquellos que por ser diferentes se los considera inaceptables.
Los modelos de racismo más eficaces que han soportado las llamadas minorías, son:
A) El racismo degenerativo que discrimina a las hombres a través de sus culturas, de sus costumbres, de sus símbolos y de sus creencias; que segrega al otro debido a sus ritos, a sus mitos, al color de su piel, al olor, y a la continuidad de todo lo que le resulta indecoroso e inmoral; da lugar al etnocentrismo que se siente con derecho a excluir del cuerpo social al otro, eliminando de ese modo el peligro que representa para la ciudadanía. La solución última ha sido siempre la salida higienista, que nos es otra que la eliminación, simbólica, psíquica y física del peligro contaminador. Este modo de racismo cree que las mal llamadas sociedades primitivas, originarias o minorías étnicas ponen en peligro el sistema político y social de una nación o bien el de toda la humanidad. El temor ha sido una de las causas que se escondía detrás del odio racial que llevó a Hitler a cometer el genocidio más brutal de toda la existencia del hombre.
B) El racismo evolucionista es el otro modelo que se extiende sobre el mundo; basado en la antropología del siglo XIX dictamina un mayor desarrollo en civilizaciones que ostentan un cuantioso poder simbólico y económico sobre las otras, consideradas primitivas, subdesarrolladas, inferiores, o atrasadas. Apoyándose en la genética, en el clima, en la actitud o en la historia; se justificaron los colonialismos y las expropiaciones a los pueblos originarios a manos del positivismo moderno de los imperios. En la Argentina siguiendo esa línea tuvo lugar la campaña del desierto, y a la posterior argumentación y redacción del artículo 25 de la Constitución Nacional que fomenta (sólo) la inmigración europea, específicamente la inglesa o bien como el que se ha llevado a cabo en la argentina bajo la proclama sarmientina de Civilización o Barbarie, que dio lugar a genocidios aberrantes,. El racismo esta basado en la creencia de que hay en el mundo muchas razas y que existe en ellas una visión caótica de la vida que debe ser eliminada por medio de una asimilación forzosa de las personas al sistema mayoritario o bien por medio de la aniquilación simbólica y física de las mismas.
Ambos modelos son violatorios de los derechos humanos.
Ambos modelos se aplican sistemáticamente en contra de los gitanos en toda Europa desde 1412, cuando llegaron los primeros grupos, debido a estas persecuciones y matanzas la etnia gira alrededor del mundo en una peregrinación interminable, sin que esta violencia preocupe, fuera del discurso, a los políticos de turno.
La piedra de toque para la reacción racista que ha surgido en la península, se debe a que una menor de nacionalidad rumana, perteneciente a la etnia gitana, el diez de mayo fue acusada de haber robado a una beba y llevarla a su campamento. Lejos de buscar la comprobación del delito y analizar las causas y circunstancias por las cuales la niña de dieciséis años se apropio de la beba y ajustarse a derecho, el gobierno de Berlosconi ha mostrado sus reflejos mediatizando su discurso en contra de los gitanos. Con la arenga lanzada en sus propias empresas, se aceitaron otros reflejos y hoy podemos ver por Internet decenas de videos que muestran los campamentos devastados por el fuego, el saqueo y el odio. El gobierno ha mostrado su ira desbocada y también el material con el cual esta hecha su cualidad humana; mientras tanto un gran sector de la sociedad italiana, contempla los hechos trasmitidos en vivo y en directo como si se tratase de una escaramuza entre niños, donde unos persiguen a otros alrededor de una fogata.
Los eurodiputados en cambio, criticaron duramente la xenofobia y le recordaron al gobierno que su deber es hacer respetar el Estado de derecho y las reglas europeas. El comisario europeo de Asuntos Sociales, Vladimir Spidla, condenó enérgicamente el incendio de campamentos de gitanos, de origen rumano en la periferia de Nápoles. Tras admitir que no se trataba de un caso aislado en Europa, Spidla rechazó de forma categórica cualquier asimilación de los gitanos con criminales.
Lo que se viene es muy preocupante, las últimas declaraciones de los nuevos gobernantes italianos presagian todo tipo de precariedades: El nuevo alcalde de Roma, Gianni Alemanno, anunció que su primera medida será derribar los campamentos gitanos. “Procederemos a desmantelar los campamentos que en Roma son veinticinco”. Pero los napolitanos de Ponticelli se han adelantado. Nada de desmantelar ¡Fuego purificador que es más rápido que montar cámaras de gas al estilo nazi! Humberto Bosi, el líder de la Liga Norte, dice: “Debemos cazar a los clandestinos”, léase gitanos, provocando a la derrotada izquierda italiana. Bosi, como cualquier muchacho de barrio ha lanzado su proclama de guerra. El reelegido Silvio Berlusconi, al ver a sus juventudes exultantes saludando al estilo fascista, ha confesado: “Al verlos, he pensado: la nueva falange romana somos nosotros”.
Los gitanos de todo el mundo vía Internet y a través de la Unión Romaní, entre otras asociaciones, están denunciando públicamente la gravedad de los atentados sufridos por sus pares europeos residentes en Italia y piden la solidaridad de los ciudadanos de cualquier país frente a la violencia ciega y asesina del racismo, alientan para que escriban cartas dirigidas al Presidente del Gobierno italiano, o bien para que sean enviadas directamente a su residencia en el Quirinal.
La discusión amenaza con convertirse en un gran problema para la buena convivencia de la Comunidad Económica Europea, compuesta de cuarenta y siete miembros, que acepta de buen grado el alto turismo, pero a la vez, otros miembros como en el caso de Italia, quieren poner fronteras para el europeo pobre que sale de su país, hambreado de futuro y justicia poética. Así comienza a agitarse la matizada pelea que ha comenzado dentro de las minorías, porque los italianos negros de padres o abuelos africanos, no son considerados italianos por un gran sector de la sociedad, lo mismo ocurre con los hijos de primera o segunda generación de latinos. La comunidad latina se ha despegado de los gitanos. Los ciudadanos rumanos, en su mayoría odian a los gitanos y se enojan cuando se les recuerda que tienen la misma nacionalidad, argumentan en su defensa que los gitanos jamás fueron rumanos, sólo gitanos indeseables. Los propios gitanos italianos se han distanciado de los gitanos de otras nacionalidades, y estos a su vez, se han distanciado de los llamados gitanos clandestinos que viven en campamentos muy pobres y totalmente marginados por el sistema.
Es imposible resolver el conflicto si no se entiende que el odio racial profundiza el círculo vicioso compuesto por la indigencia cultural de un grupo de diez millones de personas, de las cuales el setenta por ciento son analfabetas y no encuentran el camino para dejar su tradición ágrafa y pasar al alfabetismo, conservando algo de su razón de ser: sus raíces identitarias. La vieja mentira sobre el robo de niños ha servido una vez más, pero podemos preguntarnos: ¿Quines son las niñas? ¿Cuales son nombres o sus alias? ¿Dónde están las familias de ambas? ¿Por qué no las ha encontrado la prensa? ¿En que tribunal está la causa…?
La mentira racista, el mal trato y la exclusión social y política, hunde y condena aún más a los gitanos en su diáspora y esa diáspora nos lacera a todos sin excepción, porque es una descomposición del cuerpo social que necesita atención. Es hora de que los gobiernos reparen visibilicen el problema gitano como un problema real de toda la sociedad.
Es hora también de que las autoridades rumanas e italianas comiencen a desarmar esos reflejos y abandonen el largo y repetido mal trato hacia las minorías, que ha tenido su pico máximo durante la segunda guerra, y vean y asistan a sus ciudadanos sin acepciones. Dichas autoridades saben perfectamente que al desconocerlos como a sus nacionales, se les está negando la representatividad y todos sus derechos, entre ellos, el derecho a mejorar su situación social para evitar, entre otras cosas, que los napolitanos quemen la basura en señal de protesta y junto a la basura también quemen las motocasas de los gitanos, ambos, basura y personas, residuos de un sistema político enfermo que hace brillar su odio racial en la larga noche de los gitanos.
Etiquetas: realidad social
0 Comments:
Subscribe to:
Enviar comentarios (Atom)